Tijuana, BC – La historia de los migrantes no termina cuando cruzan la frontera o cuando son deportados, para muchos, el verdadero desafĆo comienza despuĆ©s: Enfrentarse a una batalla invisible, la de la salud mental. En los albergues de Tijuana, donde miles buscan reconstruir sus vidas, la depresión, la ansiedad y el estrĆ©s postraumĆ”tico son heridas que no se ven, pero que dejan profundas cicatrices.
Alfredo GonzĆ”lez RodrĆguez fue deportado a MĆ©xico despuĆ©s de haber vivido 20 aƱos en Estados Unidos. Su historia refleja la pĆ©rdida de una vida entera construida lejos de casa. Hoy, sus Ćŗnicas pertenencias son la ropa que lleva puesta.
āY quizĆ” eso me pone triste a mĆ, llegar aquĆ no, sino yo creo que no estuviera asĆ, a lo mejor yo estuviera en casaā, comparte Alfredo con voz quebrada.
Desde su retorno, Alfredo enfrenta dĆas difĆciles, marcados por la tristeza y el llanto.
āMe considero fuerte por ese lado, pero desde que lleguĆ©, ya tengo dĆas, hasta ahora estoy llorando⦠AquĆ se me salĆan las lĆ”grimas las primeras nochesā, relata Alfredo.
Su caso no es aislado. De acuerdo con organizaciones humanitarias, mÔs del 60% de los migrantes deportados presentan algún signo de afectación psicológica tras su regreso. El proceso de detención, la incertidumbre y la separación familiar son detonantes de un profundo desgaste emocional.
Pedro HernĆ”ndez vivió “en carne propia” esa angustia. Pasó tres meses en un centro de detención migratoria antes de ser deportado. La experiencia lo marcó profundamente.
āNo soy delincuente y se siente uno mal, porque nunca he estado en prisión. Tengo mi rĆ©cord limpio, trabajo siempre honradamente, siempre estuve bienā, comenta Pedro.
Su relato refleja un sentimiento compartido por cientos de personas que, tras ser deportadas, regresan con una carga emocional que pocas veces se atiende. En muchos casos, el miedo, la culpa y la desesperanza se convierten en un obstƔculo para reintegrarse a la vida cotidiana.
Ante esta realidad, los albergues de Tijuana estÔn comenzando a dar pasos importantes para integrar la salud mental en su atención humanitaria. Este año, la Casa del Migrante recibió una certificación como promotor de salud, un reconocimiento que avala su capacidad para ofrecer acompañamiento psicológico.
āLa mayorĆa requiere cierto apoyo psicológico emocional, algĆŗn ajuste de tratamiento para tratar de estabilizar sus condicionesā, explicó JosĆ© Delgado, jefe de la Jurisdicción Sanitaria en Tijuana.
La iniciativa busca que los migrantes reciban no solo techo y alimento, sino también atención integral que incluya terapia emocional, evaluación médica y acompañamiento social. Hasta ahora, cuatro albergues en Tijuana han obtenido esta certificación, con la meta de ampliar la cobertura a mÔs espacios en los próximos meses.
Especialistas en salud pública señalan que la atención psicológica debe ser vista como un componente esencial de la ayuda humanitaria. No se trata solo de cubrir necesidades bÔsicas, sino de atender las secuelas invisibles que dejan el desarraigo, la discriminación y la pérdida.
En los pasillos de los albergues fronterizos, los testimonios se repiten: Hombres y mujeres que regresan con una mezcla de dolor y esperanza. Para muchos, hablar es el primer paso para sanar. La salud mental se ha convertido en una nueva frontera que exige empatĆa, recursos y compromiso institucional.







