Cuando el presidente de EE.UU, Donald Trump, colgó el teléfono después de su conversación con su homólogo de Rusia, Vladimir Putin, la semana pasada, estaba tan convencido de que se había logrado suficiente progreso que anunció que pronto se dirigiría a Budapest para una cumbre presencial para avanzar hacia un cese del fuego en Ucrania.
Cinco días después, la cumbre fue cancelada y se anunciaron nuevas sanciones contra Moscú —las primeras del segundo mandato de Trump—.
Lo que sucedió en el medio fue una realización gradual por parte del presidente y de altos funcionarios de que la postura de Putin sobre el fin de la guerra no había cambiado significativamente desde la última vez que ambos se reunieron en una base aérea estadounidense ,en Alaska, según funcionarios estadounidenses.
Los continuos ataques de Putin contra civiles en Ucrania, sus exigencias maximalistas a Kyiv para poner fin a la guerra y su negativa a aceptar un alto el fuego inmediato sumaron, en la mente de Trump, una clara señal de que realmente nada había cambiado.
“Simplemente no me pareció correcto”, dijo Trump el miércoles. “No sentí que fuéramos a llegar al lugar que debemos alcanzar. Así que lo cancelé”.
El cambio radical fue aplaudido por los aliados europeos de Trump y por muchos de los simpatizantes del presidente, y condenado como inútil por Putin. Después de meses de amenazar con nuevas medidas contra Rusia, solo para quedarse a mitad de camino, Trump ahora ha ido más lejos que nunca antes en castigar al país por su guerra en Ucrania.
“Simplemente sentí que era el momento”, dijo Trump en la Casa Blanca momentos después de que se anunciaran las nuevas sanciones. “Esperamos mucho tiempo”.
Si la nueva postura de Trump es permanente o simplemente una fase temporal, es una incógnita. Él ha zigzagueado repetidamente en su enfoque hacia Putin desde que regresó al cargo, a menudo influenciado por sus conversaciones telefónicas con el líder ruso. Y la nueva presión sobre los precios mundiales del petróleo podría poner a prueba su disposición a soportar las posibles consecuencias para los consumidores estadounidenses.
No hubo un solo momento que cambiara la forma de pensar del presidente, según un alto funcionario de la Casa Blanca. En cambio, su perspectiva fue evolucionando a medida que se encontraba repetidamente decepcionado de que Putin no parecía estar más cerca de aceptar poner fin a la guerra.
“Cada vez que hablo con Vladimir, tengo buenas conversaciones, y luego no llevan a ninguna parte”, se quejó Trump el miércoles. “Simplemente no llevan a ninguna parte.”
Un día después de su llamada con Putin, Trump se reunió durante el almuerzo en el Salón del Gabinete con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky. La reunión fue tensa y los ucranianos se marcharon sin haber logrado asegurar los misiles Tomahawk de largo alcance que habían estado buscando.
Pero mientras Trump presionaba a Zelensky para que aceptara concesiones territoriales que pondrían fin a la guerra, para el final de la reunión había llegado a un plan que pediría un alto el fuego en las líneas de batalla actuales, muy por debajo de lo que Putin ha exigido para la paz.
Después de una llamada telefónica el lunes entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quedó claro para los funcionarios estadounidenses que la postura de Moscú no había cambiado significativamente, a pesar de que Trump creía que había tenido una conversación positiva con Putin cuatro días antes.
La cumbre de Budapest que él esperaba organizar en un par de semanas podría ser una “pérdida de tiempo”, especuló Trump. Se detuvo la planificación.
Antes del anuncio de las nuevas sanciones el miércoles, Trump se sentó para una reunión donde surgió el tema con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien ha sido un defensor de imponer sanciones a Rusia durante meses.
Esta vez, el presidente sorprendió incluso a algunos de sus asesores más cercanos al aceptar imponer sanciones a las empresas petroleras más grandes de Rusia, Rosneft y Lukoil. Bessent regresó a su oficina en el Tesoro para informar a su equipo y compilar las nuevas sanciones en un comunicado.
Poco después, Trump habló con Rubio —quien se preparaba para partir en un viaje a Israel— y le informó que impondrían las sanciones de inmediato.
De regreso en la Casa Blanca, Bessent insinuó el inminente anuncio de una manera indirecta. Después de hablar con los reporteros en el camino de entrada, se dirigía de nuevo al Ala Oeste antes de girar y volver a los micrófonos.
“Vamos a anunciar, ya sea después del cierre esta tarde —o a primera hora de la mañana— un aumento sustancial en las sanciones a Rusia”, dijo mientras los reporteros trataban de volver a colocar sus cámaras en su sitio.
Dentro del edificio, Trump se reunía en la Oficina Oval con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien hizo el viaje de última hora desde Bruselas como emisario de los líderes europeos que esperaban que Trump siguiera apoyando a Ucrania.
Rutte difícilmente podría haber esperado un mejor resultado, ya que Trump explicó su repentina decisión de cumplir con una amenaza a la que había estado aludiendo durante meses.
“Estas son muy grandes, esas son contra sus dos grandes compañías petroleras, y esperamos que no duren mucho. Esperamos que la guerra se resuelva”, dijo Trump.
Incluso muchos dentro de la Casa Blanca se sorprendieron de lo rápido que se concretó el nuevo paquete de sanciones. Trump les había dicho a sus asesores durante meses que algún día decidiría que era el momento de tomar medidas más enérgicas contra Rusia. El presidente sugirió a los asesores que sus “instintos” le decían que era momento de avanzar en una dirección diferente con Putin.
“Fue la culminación de tener buenas llamadas [con Putin] y luego leer los periódicos y ver que Rusia sigue” bombardeando Ucrania extensamente, dijo el alto funcionario de la Casa Blanca.
Horas antes del anuncio, Rusia atacó un edificio de jardín de infancia ucraniano en Járkiv. Un video de la escena mostró a personas aterrorizadas huyendo del edificio en llamas, llevando en brazos a niños que gritaban.
Trump también estuvo motivado por el alto el fuego que ayudó a negociar en Gaza, creyendo que solo se alcanzó después de que él se volviera cada vez más duro con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.
“Ponerse duro llevó a la acción”, dijo el funcionario.
Trump ha recibido repetidas llamadas del senador Lindsey Graham, junto con otros aliados republicanos, animándolo a imponer sanciones. Después de almorzar con Trump en el Jardín de las Rosas el martes, el líder de la mayoría en el Senado, John Thune, dijo a los periodistas que quería llevar al pleno un proyecto de ley de sanciones largamente retrasado “cuando la Casa Blanca crea que les resulta útil para lograr que Putin se siente a la mesa y obtener un acuerdo que ponga fin a la guerra, así que estamos preparados para actuar”.
“Queremos hacer todo lo posible para apoyar al presidente, los esfuerzos de su equipo y los de nuestros aliados para poner fin al derramamiento de sangre y llegar a una conclusión pacífica”, dijo Thune.
Desde los días posteriores a su regreso al cargo en enero, Trump ha dejado abierta la opción de usar sanciones para obligar a Putin a sentarse a la mesa de negociaciones. Dijo el 22 de enero, dos días después de su investidura y un día después de su fecha límite inicial para acabar con la guerra, que quizá no tuviera otra opción que “imponer altos niveles de impuestos, aranceles y sanciones” a Moscú.
Las amenazas continuaron durante la primavera y el verano, pero nunca se concretaron en nuevas medidas. En privado, Trump dijo que le preocupaba que nuevas sanciones severas pudieran alejar aún más a Putin de las conversaciones de paz, han dicho funcionarios; una opinión que su principal diplomático repitió en agosto.
“En el momento en que se impongan nuevas sanciones… nuestra capacidad de llevarlos a la mesa se verá gravemente disminuida”, dijo Rubio en una entrevista alrededor de la época en que Trump se reunió con Putin en Alaska.
Trump sí impuso nuevos aranceles a la India como castigo por sus compras de petróleo ruso. Pero no aplicó medidas similares al mayor cliente de Moscú, China, ya que intenta negociar un nuevo acuerdo comercial con el presidente Xi Jinping.
Trump no ha descartado reunirse con Putin en algún momento en el futuro cuando considere que es el momento adecuado.
“Creo que el presidente y toda la administración esperan que algún día eso pueda volver a suceder”, dijo el jueves la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt. “Pero queremos asegurarnos de que haya un resultado tangible y positivo de esa reunión, y que sea un buen uso del tiempo del presidente”.
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